¿Cómo elegimos vestirnos en tiempos económicos turbulentos?

Texto por: Guillermo Fonseca
Fotografía de portada:  Raoul Ortega en Unsplash

La conversación acerca de la inflación y la recesión preocupa a empresarios y diseñadores en la moda, desde los pequeños negocios hasta las grandes empresas.

Acorde al reporte “The State of Fashion 2023” de la agencia de consultoría McKinsey y The Business of Fashion, la inflación es la preocupación más grande para los directivos en las empresas de moda. A la par, este reporte señala: “Los economistas esperan que los hogares con ingresos más bajos sean los más afectados por la economía a corto y medio plazo, particularmente si el desempleo mantiene los niveles bajos en algunas regiones. En regiones como Central y América del Sur, los consumidores ya están luchando para cubrir los gastos diarios, ya que los niveles de ingresos no logran seguir el ritmo de la escalada de la inflación, que alcanzó un máximo de 26 años en Brasil y un máximo de 21 años en México en 2022. Muchos hogares de bajos ingresos probablemente quitará prioridad al gasto

Sarah Snyder usando las “botas de Astroboy” de @mschf.

discrecional, incluyendo compras de moda y belleza”. 

El reporte proyecta que los consumidores con bajos ingresos, prescindirán en primer lugar de comprar calzado y ropa. Si eres diseñador o emprendedor ¿Cómo puedes salvaguardar tu negocio a través del diseño?, ¿Qué cambios puedes implementar a tus diseños?

En la moda existe el “hemline index” o el índice de la bastilla. Una teoría atribuida a George Taylor debido a su estudio “Significant post-war changes in the full-fashioned hosiery industry” en el que identificó una correlación entre el crecimiento económico en la década de los 1920, la demanda por faldas más cortas y en turno, un crecimiento en la demanda por medias.

¿Qué sucede con el calzado y los accesorios de piel? El “high heel index” es una teoría propuesta por Trevor Davis y que sostiene que a medida que la economía empeora, los tacones y plataformas aumentan en tamaño. El experto en productos de consumo afirma que “Por lo general, en una recesión económica, los tacones crecen, ya que los consumidores recurren a una moda más extravagante como medio de fantasía y escape”.

¿Realmente buscamos calzado que literalmente nos separe de la realidad en tiempos económicos retadores?

Ni el “hem index” o el “high heel index” han sido formalmente comprobados y se mantienen como teorías. 

¿Durante esta recesión buscaremos tacones elevados… especialmente después de una pandemia que nos acostumbró a la comodidad?

Tal vez para obtener respuestas tenemos que voltear a lo que está sucediendo en el diseño en este momento y a la naturaleza humana. En las últimas temporadas y especialmente en Primavera/Verano 2023 los accesorios y el calzado se han tornado curvos, suaves y a falta de una mejor palabra… “apachurrables”.

Bolsos acolchados Jacquemus “Le Bambinou@jacquemus y Prada Padded Ballerina & Brogue de Prada.com

Tras este fenómeno se encuentra la conducta humana instintiva. La Asociación de las Ciencias Psicológicas en EUA publicó un estudio que concluye que los humanos preferimos objetos curvos. Señalando que esto proviene de nuestro instinto y que si un objeto es curvo, angular o filoso, puede cambiar nuestra actitud hacia el objeto. Presentando aceptación y mayor afinidad hacia objetos curvos. Esto debido a nuestro proceso humano de aprendizaje, donde en nuestro cerebro hemos cimentado que algo angular o filoso puede dañarnos.

En adición, distintos factores se han conjugado tanto en tendencias, como en la actitud de los consumidores en el proceso de compra.

McKinsey y The Business of Fashion señalan una exigencia de parte de los consumidores de adherirse a prendas cómodas, esto se puede apreciar en siluetas como el loafer, la sandalia, botas y calzado deportivo con detalles inesperados que les inyecten novedad. 

Por otro lado, en la edición anterior de SAPICA, Rosalina Villanueva de la Agencia de Pronóstico de Tendencias de WGSN ya nos había adelantado la necesidad de los consumidores por conectar con artículos que los “sorprendan”, a raíz de una búsqueda de conectar emocionalmente con lo que consumimos. 

Si las compras en tiempos económicos retadores se dictan también por aquello que satisface nuestros sentidos, cabe señalar lo encontrado por el Journal of Consumer Research, que sugiere que las personas están más atentas a los estímulos táctiles cuando tienen un estado de ánimo negativo, lo que hace que sea más probable que deseemos texturas suaves o agradables y que prestemos atención a los estímulos visuales, como el color y el patrón.

En el artículo publicado por la autora de “Aesthetics of Joy”, se comparte un estudio que ha concluido que: “las personas en un estado afectivo negativo obtuvieron más placer de los atributos táctiles de un producto, como la suavidad, que de los atributos visuales de un producto. Para aquellos en un estado positivo, los resultados se invirtieron. Para generalizar, parece que a las personas felices les gusta mirar, mientras que a las tristes les gusta tocar.”

Lo cual significa que enamorar a los consumidores, desde un punto de vista psicológico, se reduce al tacto.